No conozco discos malos de Hardcore Superstar, banda sueca, elemento esencial para el renacimiento del sleaze y el glam en los 2000, subvalorada por decir lo menos; parte de la trilogía que, personalmente, considero que revivió el movimiento : Backyard Babies, Hardcore Superstar y Crashdiet (Vains of Jenna podría contar pero carece de continuidad, por lo que la consideraría más una estrella fugaz que un cimiento del estilo).
Por supuesto, cada álbum de HC suena diferente y tiene una personalidad propia, sin necesariamente romper la línea de la banda y eso es precisamente lo que sorprende de un trabajo como You Can’t Kill My Rock N’Roll.
Es un disco que conserva el sonido callejero, el toque punk y sleaze, característicos de la agrupación. En teoría, no es nada estratosféricamente nuevo. Sin embargo, sorprende. Sorprende por lo mismo, porque a pesar de no ser rompedor, es un trabajo inolvidable. Porque los suecos se las arreglan para dar un giro en cada uno de sus discos y reinventar ese sonido te agarra y no te suelta. Y es que a pesar de no ser nada nuevo, You Can’t Kill My Rock and Roll suena fresco… e increíble.
Está forjado a partir de temas- himnos, lo que incluye el track que da nombre a la placa, básicamente hecho para ser coreado por las masas, llevándote inmediatamente a una noche veraniega en el Sweden Rock o algún festival europeo y haciéndote casi escuchar a todo el público cantando y la banda saltando en el escenario con esa refrescante brisa que se agradece en el verano Europeo.
La guitarra de Vic Zino está que explota, definitivamente y desde 2008, sus riffs potencian el sonido callejero de HS, le dan garra, empuje y estampa, luciéndose en temas como The Others, un corte un poco más metal y no tan punk. En tracks como Bring The House Down o You Can’t Kill My Rock and Roll se vuelca completamente al sonido que hará a toda una multitud saltar, volviéndose rápida y furiosa en el solo de Baboon, uno de los mejores temas del disco, totalmente coreable y pegajoso a más no poder, con un fraseo irresistible.
Never Cared for Snobbery es explosivo en música y mensajes sociales, presentes en casi todo el disco, destacándose como uno de los aspectos que distingue a la nueva oleada de sleaze de la primera: un sentimiento de tribu, más allá de temáticas como chicas, alcohol, motos y peleas callejeras.
En Medicine Man, Zino se luce nuevamente, con un riff pesado y ondero, una guitarra slide que te remite a ZZ Top y un quiebre que rompe el tema y lo lleva nuevamente a la calle, al estadio, al escenario, al arena, al lugar donde gente tenga la suerte de verlos en vivo y saltar como un baboon.
Mención especial para la notable carátula que saca ese lado del rock and roll que a veces se olvida. Vivimos en una sociedad permisiva, con un límite tan difuso entre libertad y libertinaje que nos hemos olvidado de la magia de lo prohibido y el importante rol que juega en el rock. Esto no reside tanto en la imagen de tres monjas fumando y bebiendo, concepto con el que ya se jugó en discos como Heaven and Hell de Black Sabbath o 1984 de Van Halen, sino que reside en el encanto de uno mismo cometer actos que son considerados pecados: desde comprarte esa guitarra o esos zapatos casi impagables hasta emborracharte y olvidarte del mundo. Por último, quizás también apunte a una doble vida potenciada por las redes sociales : en imagen eres una cosa, a puerta cerrada, eres otra totalmente diferente.
You Can’t Kill My Rock and Roll es uno de los mejores discos de 2018, un gran trabajo que recopila la esencia del rock and roll, en música y concepto; general y particular; masivo y personal. Es catarsis, es la multitud saltando, es gritar los coros a todo pulmón, que una estrofa se convierta en una declaración de principios pero también es celebrar el lado b, lo prohibido y esos secretos… y no tan secretos que nos hacen ser nosotros mismos. No pueden matar el rock and roll que llevamos dentro.
HIGHLIGHTS :
You Can’t Kill My Rock and Roll, Never Cared for Snobbery, Baboon, , Bring the House Down